(...)
Y la mujer que toca
la tierra y la guitarra
lleva en su voz
el duelo
y la alegría
de la profunda hora.
El tiempo y la distancia
caen a la guitarra:
somos un sueño,
un canto
entrecortado:
el corazón campestre
se va por los caminos a caballo:
sueña y sueña la noche y su silencio,
canta y canta la tierra y su guitarra.
«(...)
Halló don Quijote una vihuela en su aposento; templóla, abrió la reja, y
sintió que andaba gente en el jardín; y, habiendo recorrido los trastes de la
vihuela y afinándola lo mejor que supo, escupió y remondóse el pecho, y
luego, con una voz ronquilla, aunque entonada, cantó el siguiente romance,
que él mismo aquel día había compuesto:
—Suelen las fuerzas de amor sacar de quicio a las almas, tomando por instrumento la ociosidad descuidada. (...)»
—Suelen las fuerzas de amor sacar de quicio a las almas, tomando por instrumento la ociosidad descuidada. (...)»
Deja de tocar la guitarra un día y lo notarás tú. Deja de tocarla dos días y lo notará tu maestro. Deja de tocarla tres y empezará a notarlo el público.
Fueron a cazar guitarras,
bajo la luna llena.
Y trajeron ésta,
pálida, fina, esbelta,
ojos de inagotable mulata,
cintura de madera abierta.
Es joven, apenas vuela.
Pero ya canta
cuando oye en otras jaulas
aletear sones y coplas.
Los sonesombres y las coplasolas.
Hay en su jaula esta inscripción:
«Cuidado: sueña.»
Aquí me pongo á cantar
Al compás de la vigüela,
Que al hombre que lo desvela
Una pena extraordinaria,
Como el ave solitaria
Con el cantar se consuela.
(...)
Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman,
Naides me pone el pié encima,
Y cuando el pecho se entona,
Hago jemir á la prima
Y llorar á la bordona.
Si me veis mirando lejos
Abrazado a la guitarra
Es que voy sobre la mar
Sin aire, ni cielo, ni agua
Y cuando miro el oscuro
Madero de la guitarra
Seguro es que voy rezando
Por una patria lejana
Mi mano en el diapasón
Se afirma como una zarpa
Es que voy gritando cosas
Que me dicta la guitarra
Cuando inclino la cabeza
Para esconder una lágrima
Estoy viviendo y muriendo
Lo que ordena la guitarra
Universo de seis cuerdas
Y un simple nombre: guitarra
Caminando por el mundo
Al corazón aferrada
Si me veis mirando lejos
Abrazado a la guitarra
Es que voy sobre la mar
Sin aire, ni cielo, ni agua
Nunca pude terminar cursos completos con él [Bautista Almirón]. Fueron etapas interrumpidas por mi pobreza, por estudios de otra índole, por traslados de mi gente y por giras de concierto de don Bautista. Pero estaba el signo impreso en mi alma y ya para mí no habría otro mundo que ese: ¡La guitarra! La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre.